miércoles, 2 de abril de 2008

PRIMICIA: EL GNOMO DE CLAYPOLE ES UN FRAUDE

Mucho se ha escrito y hablado acerca de la criatura que, supuestamente, vive debajo de los andenes de la estación de Claypole. El mito se remonta a comienzos de la década del ochenta, cuando Estela Fiorito, entonces soltera y hoy madre de cinco hijos, declaró en la comisaría haber sido acosada por “una especie de enano, desnudo y de voz muy gruesa, que me siguió desde que salí del tren hasta que llegué a mi casa, gritándome groserías por detrás”. A pesar de las pesquisas realizadas por el agente Carlos Lotito, el culpable nunca fue encontrado.

A partir de entonces se multiplicaron las denuncias. Mujeres de todas las edades, empleadas, amas de casa, desocupadas, testimoniaban haber tenido encuentros similares. Las descripciones del sujeto eran vagas pero coincidentes. Todas señalaban su baja estatura, su voz profunda y autoritaria y su desnudez. Alguna, incluso, mencionaba la contundencia de su miembro viril, que no guardaba proporción alguna con el resto de su anatomía.

Al principio se trataba sólo de acosos verbales, pero no tardaron en aparecer los casos de violaciones. En general se producían a la madrugada, en el descampado lindante con la estación de tren. La señora Ana María de Lorenzo, de cincuenta años, declaró (según consta en el acta policial) haber sido “desnudada por atrás y penetrada con brutal violencia por el desconocido”. El informe añadía: “Afirma la declarante haber sentido espasmos producto del vejamen, que no podían deberse a ninguna acción humana”. El médico forense fue más escueto: “Tuvo un orgasmo”, apuntó.

Sin embargo, el presunto carácter sobrenatural del criminal fue señalado también por otras víctimas. Lucía Colacioppo, treinta años, peluquera, afirmaba haber visto “luces rojas que le salían por los ojos”, mientras que Ana López, cuarenta y cinco años, ama de casa, hacía hincapié en la capacidad del sujeto de crecer y desvanecerse según su voluntad. Las actas y expedientes se acumulaban en la comisaría y en el juzgado, pero la investigación fue infructuosa en todos los casos.

La punta del ovillo para la resolución de este enigma la tuvo Pablo Fiorito, de veinticinco años, el hijo mayor de Estela Fiorito, la primera víctima de quien entonces todavía no era denominado por el común de la gente como “el gnomo de Claypole”. Ante la variedad de casos que se denunciaban, sabiendo que su testimonio podía aportar algo en el esclarecimiento de los mismos, Fiorito declaró “saber con toda seguridad que la historia era falsa por completo”. A continuación se transcriben los momentos clave de su testimonio:

“Mi vieja nos contó mil veces la historia, a mis hermanos y a mí. Que me perdone, pero no me podía quedar callado. Parece que entonces estaba de novia con Juan Carlos (NOTA: se refiere a Juan Carlos Algañaraz, por entonces carnicero de la zona), que estaba como loco con ella. Mi vieja no quería saber nada, pero no sabía cómo sacárselo de encima. Entonces inventó lo del enano. Dice que fue lo primero que se le ocurrió. Juan Carlos reaccionó muy mal, le echó la culpa de todo, más que nada porque ella siguió haciendo el mismo recorrido, como si en el fondo tuviera ganas de que la agarrase el gnomo. Cuando otras salieron a contar lo mismo, la cosa se puso todavía peor. Al final la terminó dejando. Al poco tiempo tuvo una historia con mi viejo, que la dejó cuando se enteró de que estaba embarazada, y nací yo”.

Se trata, por lo tanto, de otro caso de psicosis colectiva, como los hay tantos entre los humildes de nuestro país. Actualmente Pablo Fiorito está casado, tiene tres hijos y trabaja en una carpintería de Claypole. En el barrio le dicen “el petiso” debido a su baja estatura.

No hay comentarios: