martes, 1 de abril de 2008

APARECIDOS EN LA ESMA

Lo que viene a continuación es un mail que circula desde hace unas semanas por la web. Decidí publicarlo por lo llamativo del caso, a pesar de no haber podido confirmar todavía su autenticidad. Tampoco conseguí contactarme con su presunto autor, a quien agradeceré ponerse en contacto conmigo si está leyendo estas líneas. Si alguien tiene otra pista o conoce alguna anécdota similar, por favor que me envíe un mensaje a mi casilla de correo. Gracias.




Esto pasó el 21 de septiembre del año pasado, después del recital de los Wailers en el Club Ciudad de Buenos Aires. Yo había ido con unos amigos, después nos fuimos a comer una pizza por ahí y a eso de las tres de la mañana me despedí de ellos. Tenía que tomarme el colectivo, pero como la noche estaba linda decidí caminar unas cuadras de más.
Agarré por Libertador. No se veían muchos autos por la calle, ni tampoco gente caminando. Llegué a la ESMA casi sin darme cuenta. En ese entonces no sabía mucho del edificio, sólo que había sido de los milicos y que habían torturado gente ahí. Como estoy en contra de cualquier tipo de violencia, me arrepentí de haber llegado hasta esa zona. Para colmo estaba todo callado, no se veía a nadie, era casi como aparecer de repente en un cementerio abandonado.
Decidí cruzar. El semáforo estaba en rojo. Mientras esperaba que cambiase la luz, escuché que alguien me chistaba desde atrás. Cuando me di vuelta, vi a un tipo que se asomaba entre los barrotes de la reja principal. Estaba vestido solamente con un slip sucio y agujereado, tenía la barba y el pelo desprolijos y revueltos y las costillas bien marcadas. Unos cuantos moretones le asomaban en la piel por todas partes. Lo noté muy asustado.
–Flaco –dijo en voz baja– , ayudame.
–¿Qué pasa?
Me miró de arriba abajo cuando me acerqué.
–¿Vos sos erpio? –preguntó– ¿Qué hacés así?
Se refería a mi barba y a la remera del Che Guevara que llevaba puesta. Yo me encogí de hombros.
–Vengo de un recital –dije.
Por la forma de mirarme me di cuenta que no había entendido nada.
–Yo soy de la Orga –dijo.
Me contó que gracias a la distracción de un guardia acababa de escaparse de un calabozo y me pidió casi de rodillas que lo ayudara a subir la reja. Yo le dije que no tenía idea de que estaban pasando esas cosas y lo ayudé a hacer pie para saltar del otro lado. Todavía me acuerdo de su pie desnudo, que agarré entre mis manos. Estaba frío y sucio, pero sobre todo frío, como si acabara de caminar por una superficie lunar.
–Gracias –dijo y señaló una de las calles que cortaban, no me acuerdo cuál–. Yo me voy para ese lado, vos agarrá para el otro. Tené cuidado que si te ven con esa pinta vas a terminar mal.
Me agradeció otra vez y salió corriendo, saludándome con la mano.
Recién al día siguiente, cuando le conté la historia a un amigo, me enteré de que la Orga y los erpios eran otras formas de referirse a los Montoneros y al Erp. Ahí entendí todo. Desde entonces duermo poco y mal, me despierto gritando, el otro día fui al médico y me dijo que estoy estresado. Escribo esto para sacármelo de encima, porque necesito que se sepa y se difunda. Nunca más volví a pasar por la Esma. No puedo dejar de pensar en el pibe que me encontré esa noche ahí. Tenía más o menos la misma edad que yo. En algún momento de la conversación me dijo su nombre. Pedro Albamonte, se llamaba. Volví a leerlo hace poco. Estaba escrito debajo de su foto, una de las muchas que aparecen en el Nunca Más.

Fabián Galván
DNI 25.432.231


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2 comentarios:

Bolchevique Superstar dijo...

Mucho porro maaaaaaan

Ana dijo...

Hola.
La historia, probablemente si fue mucho porro.
Pero hablando de otra cosa, estoy buscando un libro histórico que me recomienden para leer sobre esta época en Argentina.
Soy de México y estoy muy interesada en recibir un buen comentario sobre un libro.